lunes, 2 de noviembre de 2015

Fuentes

  Tipos de fuentes
            Para establecer una tipología hay que diferenciar entre fuentes personales y fuentes documentales.
             1.    fuentes personales:
·      según la duración de la relación que tiene el periodista con las fuentes:
a)   fuentes estables: hay relación continuada.
b)  fuentes provisionales: dura lo que dura el asunto determinado.
·      según la posición desde la que actúa la fuente:             
a) fuentes públicas: ocupa un cargo público.               
b) fuentes privadas: informan en nombre propio.
              c) fuentes confidenciales: no permiten que se las cite.
              d) fuentes expertas: información especializada.
·      según la actividad de la fuente:
a)   fuente activa: es voluntaria. Toma la iniciativa para ponerse en contacto con el periodista y desea transmitir una información que interesa.
b)  fuente pasiva: no toman la iniciativa y suministran la información que el periodista va a ella.
                         - fuentes resistentes: ponen obstáculos para la información.
                         - fuentes abiertas: no ponen resistencia.
              2. fuentes documentales o escritas:
·      documentos públicos.
·      documentos privados: se accede a través de fuentes personales.

              3. fuentes gubernamentales y no gubernamentales.
·      gubernamentales: ocupan un lugar de privilegio en la estructura del poder. El papel del periodista ante estas fuentes es analizar de forma crítica las informaciones que suministran.
.       no gubernamentales: fuentes que no ostentan ningún poder pero tienen acceso a informaciones valiosas. El periodista intenta convertir una fuente no gubernamental a una privada.

lunes, 26 de octubre de 2015

Características de un periódico


Características del periódico:
Impresión.- Las noticias no impresas no han sido consideradas como periódico, sino como mera información difundida, el periódico debe ser siempre impreso, y repetirse una impresión similar en un periodo específico.
Imprentas.- Los periódicos se iniciaron en imprentas de madera simples o con copistas, pero posteriormente se introdujeron los “tipos” (letras) removibles, lo que redujo el tiempo de impresión y posteriormente se introdujeron litografías, lo que permitió
Periodo.- El tiempo o periodo, es la base misma que especifica tanto el nombre como su cualidad principal, el periódico abarca tanto las revistas como el periódico en papel simple, y es con el paso del tiempo que se fueron separando las categorías de estas publicaciones, quedando como periódico exclusivamente los pliegos de formato extendido y volviéndose más especializadas las revistas.
Imágenes.- Los periódicos fueron de las primeras publicaciones en las que se introdujeron imágenes “litografías” y posteriormente fotografías, y esto fue debido al analfabetismo existente en la edad temprana de dichas publicaciones.
Accesibilidad.- El periódico es una de las publicaciones más accesibles y de más difusión, debido también a su bajo precio y alto tiraje.
Aunque el periódico sigue siendo impreso, hoy en día las noticias se realizan por periódicos online, o por los medios sociales y es el nombre de la institución publicadora la que se mantiene.

lunes, 19 de octubre de 2015

El periódico



El periódico
El periódico es un medio de comunicación que surgió en la época antigua, sin que exista una fecha exacta para ello, en  este sentido se sabe que en la antigua roma se escribían comunicados que se difundían en forma constante para informar a los habitantes.
Estas podían ser leídas o comentadas por alguna persona, su contenido era variado y su fin fue exclusivamente la de informar.
El periódico impreso se difundió con posterioridad a la difusión que hizo Gutenberg sobre la imprenta china, y ya en 1700 existía el periódico como lo conocemos hoy.
El objetivo del periódico fue informar, pero posteriormente el periódico sirvió para desinformar, causa por la cual llego a ser censurado y monopolizado; en algunos casos para manipularlo más y en otras para evitar que lo manipulen.



martes, 22 de septiembre de 2015

El pueblo que sobrevivió

EL PUEBLO QUE SOBREVIVIÓ A UNA MASACRE AMENIZADA CON GAITAS

En El Salado, durante tres días de febrero de 2000, los paramilitares se dedicaron a arrancar orejas con cuchillos, a ahorcar a las mujeres, a matar con martillos, disparos, puñales, y a degollar a sus víctimas a ritmo de gaitas y tambores. Alberto Salcedo Ramos, nueve años después, visitó este pueblo, "el pueblo de la masacre".
Sucede que los asesinos —advierto de pronto, mientras camino frente al árbol donde fue colgada una de las 66 víctimas— nos enseñan a punta de plomo el país que no conocemos ni en los libros de texto ni en los catálogos de turismo. Porque, dígame usted, y perdone que sea tan crudo, si no fuera por esa masacre ¿cuántos bogotanos o pastusos sabrían siquiera que en el departamento de Bolívar, en la Costa Caribe de Colombia, hay un pueblo llamado El Salado? Los habitantes de estos sitios pobres y apartados solo son visibles cuando padecen una tragedia. Mueren, luego existen. 


José Manuel Montes, mi guía, un campesino rollizo y taciturno que se ha pasado la vida sembrando tabaco, asiente con la cabeza. Cae la tarde del sábado, empieza la sonata de las cigarras. El sol ya se ocultó pero su fogaje permanece concentrado en el aire. Mi acompañante cuenta entonces que en este punto en el que estamos ahora, más o menos aquí, en la mitad de la cancha, los paramilitares torturaron a Eduardo Novoa Alvis, la primera de sus víctimas. Le arrancaron las orejas con un cuchillo de carnicería y después le embutieron la cabeza en un costal. Lo apuñalaron en el vientre, le descerrajaron un tiro de fusil en la nuca. Al final, para celebrar su muerte, hicieron sonar los tambores y gaitas que habían sustraído previamente de la Casa de la Cultura. En los alrededores desolados de este campo de microfútbol apenas hay un par de burros lánguidos que se rascan entre sí las pulgas del espinazo. Sin embargo, es posible imaginar cómo se veían esos espacios aquella mañana del viernes 18 de febrero del año 2000, cuando los indefensos habitantes se encontraban apostados allí por orden de los verdugos. 

—Casi toda la gente estaba sentada en ese costado —dice Montes, mientras señala un montículo de arena parda que se encuentra perpendicular a la iglesia, a unos veinte metros de distancia. 

Hoy por la mañana, al despuntar el día, Édita Garrido me había mostrado esa misma lomita de tierra. Ella, una aldeana enjuta de tez cetrina, también sobrevivió para echar el cuento. Los paramilitares, dijo, llegaron al pueblo un poco antes de las nueve, disparando en ráfagas y profiriendo insultos. Debajo de su cama, en el piso, donde se hallaba escondida, Édita oyó la algarabía de los bárbaros: 

—¡Partida de malparidos: párense firmes, que somos los paracos y vamos a acabar con este pueblo de mierda! 

—¡Eso les pasa por ser sapos de la guerrilla! 

En seguida arrancaron a los pobladores de sus casas y los condujeron como borregos de sacrificio hacia la cancha. Allí —aquí— los obligaron a sentarse en el suelo. En el centro del rectángulo donde normalmente es situado el balón cuando va a empezar el partido, se plantaron tres de los criminales. Uno de ellos blandió un papel en el que estaban anotados los nombres de los lugareños a quienes acusaban de colaborarle a la guerrilla. En la lista, después de Novoa Alvis, seguía Nayibis Osorio. La arrastraron prendida por el pelo desde su casa hasta el templo, acusada de ser amante de un comandante guerrillero. La sometieron al escarnio público, la fusilaron. Y a continuación, en el colmo de la sevicia, le clavaron en la vagina una de esas estacas filosas que utilizan los campesinos para ensartar las hojas de tabaco antes de extenderlas al sol. "¿A quién le toca el turno?", preguntó en tono burlón uno de los asesinos, mientras miraba a los aterrados espectadores. El compañero que manejaba la lista le entregó el dato solicitado: Rosmira Torres Gamarra. Separaron a la señora del grupo, le amarraron al cuello una soga y comenzaron a jalarla de un lado al otro, al tiempo que imitaban los gritos de monte característicos de la arriería de ganado en la región. La ahorcaron en medio de un nuevo estrépito de tambores y gaitas. Luego ametrallaron, sucesivamente, a Pedro Torres Montes, a Marcos Caro Torres, a José Urueta Guzmán y a un burro vagabundo que tuvo la desgracia de asomar su hocico por aquel inesperado recodo del infierno. Uno de los paramilitares amenazó a la muchedumbre: el que llore será desfigurado a tiros. Otro levantó su arma por el aire como una bandera y prometió que no se iría de El Salado sin volarle los sesos a alguien. "Díganme cuál es el que me toca a mí, díganme cuál es el que me toca a mí", repetía, mientras caminaba por entre el gentío con las ínfulas de un guapetón de cine. Hubo más muertes, más humillaciones, más redobles de tambores. Varios tramos de la cancha se encontraban alfombrados por el reguero de cadáveres y órganos tronchados que había dejado la carnicería. Entonces, como al parecer no quedaban más nombres pendientes en la lista, los paramilitares se inventaron un juego de azar perverso para prolongar la pesadilla: pusieron a los habitantes en fila para contarlos en voz alta. La persona a la cual le correspondiera el número 30 —advirtió uno de los verdugos— estiraría la pata. Así mataron a Hermides Cohen Redondo y a Enrique Medina Rico. Después llevaron su crueldad, convertida ya en un divertimento, hasta el extremo más delirante: de una casa sacaron un loro y de otra un gallo de riña, y los echaron a pelear en medio de un círculo frenético. Cuando, finalmente, el gallo descuartizó al loro a punta de picotazos, estalló una tremenda ovación. 

Ahora, José Manuel Montes me explica que la mortandad de la cancha era apenas una parte del desastre. El país ha conocido después —gracias a los familiares de las víctimas, a las confesiones de los verdugos y al copioso archivo de la prensa— los pormenores de la masacre. Fue consumada por 300 hombres armados que portaban brazaletes de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Los paramilitares comenzaron a acordonar el área desde el miércoles 16 de febrero de 2000. Mientras estrechaban el cerco sobre El Salado, se dedicaron a asesinar a los campesinos que transitaban inermes por las veredas. No los mataban a bala sino a golpes de martillo en la cabeza, para evitar ruidos que alertaran a los desprevenidos habitantes que se encontraban aún en el pueblo. El viernes 18, ya durante la invasión, forzaron las casas que permanecían cerradas y ametrallaron a sus ocupantes. Cometieron abusos sexuales contra varias adolescentes, obligaron a algunas mujeres adultas a bailar desnudas una cumbiamba. Por la noche les ordenaron a los sobrevivientes regresar a sus moradas. Pero eso sí: les exigieron que durmieran con las puertas abiertas si no querían amanecer con la piel agujereada. Entre tanto ellos, los bárbaros, se quedaron montando guardia por las calles: bebieron licor, cantaron, aporrearon otra vez los tambores, hicieron aullar las gaitas. Se marcharon el sábado 19 de febrero, casi a las cinco de la tarde. A esa hora los lugareños corrieron en busca de sus muertos. El panorama con el cual se toparon era lo más horrendo que hubiesen visto jamás: la cancha que con tanto esfuerzo les habían construido a sus hijos cinco años atrás, estaba convertida en una cloaca de matadero público: manchones de sangre seca, enjambres de moscas, atmósfera pestilente. Y, para rematar, los cerdos callejeros les caían a dentelladas a los cadáveres, corrompidos ya por el sol. 

—Mi marido —dijo Édita Garrido esta mañana— ayudó a cargar uno de esos cadáveres, y cuando terminó tenía las manos llenas de pellejo podrido.

Le reitero a José Manuel Montes que mi visita se debe a la matazón cometida por los paramilitares. Si no se hubiese presentado ese hecho infame, seguramente yo andaría ahora perdiendo el tiempo frente a las vitrinas de un centro comercial en Bogotá, o extraviado en una siesta indolente. El terrorismo, fíjese usted, hace que algunos de quienes todavía seguimos vivos, pongamos los ojos más allá del mundillo que nos tocó en suerte. Por eso nos conocemos usted y yo. Y aquí vamos juntos, recorriendo a pie los 150 metros que separan la cancha del panteón donde reposan los mártires. Mientras avanzamos, digo que acaso lo peor de estos atropellos es que dejan una marca indeleble en la memoria colectiva. Así, la relación que la psiquis establece entre el lugar afectado y la tragedia es tan indisoluble como la que existe entre la herida y la cicatriz. No nos engañemos: El Salado es "el pueblo de la masacre", así como San Jacinto es el de las hamacas, Tuchín el de los sombreros vueltiaos y Soledad el de las butifarras. Hemos llegado por fin al monumento erigido en honor a las personas acribilladas. En el centro del redondel donde yacen las osamentas, se levanta una enorme cruz de cemento. La pusieron allí como el típico símbolo de la misericordia cristiana, pero en la práctica, como no hay a la entrada de El Salado ningún cartel de bienvenida, esta cruz es la señal que le indica al forastero dónde se encuentra el mojón que demarca el territorio del pueblo. Porque en muchas regiones olvidadas de Colombia, fíjese usted, los límites geográficos no son trazados por la cartografía sino por la barbarie. Al distinguir los nombres labrados en las lápidas con caligrafía primorosa, soy consciente de que camino por entre las tumbas de compatriotas a quienes ya no podré ver vivos. Habitantes de un país terriblemente injusto que solo reconoce a su gente humilde cuando está enterrada en una fosa. ?

*** 

Domingo de rutina en El Salado: Nubia Urueta hierve el café en una hornilla de barro. Vitaliano Cárdenas les echa maíz a las gallinas. Eneida Narváez amasa las arepas del desayuno. Miguel Torres hiende la leña con un hacha. Juan Arias se apresta a sacrificar una novilla. Juan Antonio Ramírez cuelga la angarilla de su burro en una horqueta. Hugo Montes viaja hacia su parcela con un talego de semillas de tabaco. Édita Garrido pela yucas con un cuchillo de punta roma. Eusebia Castro machaca panela con un martillo. Jamilton Cárdenas compra aceite al menudeo en la tienda de David Montes. Y Oswaldo Torres, quien me acompaña en este recorrido matinal, fuma su tercer cigarrillo del día. Los demás lugareños seguramente están dentro de sus moradas haciendo oficios domésticos, o en sus cultivos agrandando los surcos de la tierra. A las ocho de la mañana el sol flamea sobre los techos de las casas. Cualquier visitante desprevenido pensaría que se encuentra en un pueblo donde la gente vive su vida cotidiana de manera normal. Y hasta cierto punto es así. Sin embargo —me advierte Oswaldo Torres— tanto él como sus paisanos saben que, después de la masacre, nada ha vuelto a ser como en el pasado. Antes había más de 6000 habitantes. Ahora, menos de 900. Los que se negaron a regresar, por tristeza o por miedo, dejaron un vacío que todavía duele. 

Le digo a Oswaldo Torres que el sobreviviente de una masacre carga su tragedia a cuestas como el camello a la joroba, la lleva consigo adondequiera que va. Lo que se encorva bajo el pesado bulto, en este caso, no es el lomo sino el alma, usted lo sabe mejor que yo. Torres expulsa una bocanada de humo larga y parsimoniosa. Luego admite que, en efecto, hay traumas que perduran. Algunos de ellos atacan a la víctima a través de los sentidos: un olor que permite evocar la desgracia, una imagen que renueva la humillación. Durante mucho tiempo, los habitantes de El Salado esquivaron la música como quien se aparta de un garrotazo. Como vieron agonizar a sus paisanos entre ramalazos de cumbiamba improvisados por los verdugos sentían, quizá, que oír música equivalía a disparar otra vez los fusiles asesinos. Por eso evitaban cualquier actividad que pudiese derivar en fiesta: nada de reuniones sociales en los patios, nada de carreras de caballo. Pero en cierta ocasión, un psicólogo social que escuchó sus testimonios en una terapia de grupo les aconsejó exorcizar el demonio. Resultaba injusto que los tambores y gaitas de los ancestros, símbolos de emancipación y deleite, permanecieran encadenados al terror. Así que esa misma noche bailaron un fandango apoteósico en la cancha de la matanza. Fue como renacer bajo aquel firmamento tachonado de velas prendidas que anunciaban un sol resplandeciente.

En este momento, paradójicamente, el sol se ha escondido. El cielo encapotado amenaza con desgajarse en un aguacero. Torres recuerda que cuando ocurrió la masacre, en febrero de 2000, todos los habitantes se marcharon de El Salado. No se quedaron ni los perros, dice. Pues, bien: él, Torres, fue una de las 120 personas —100 hombres y 20 mujeres— que encabezaron el retorno a su tierra, en noviembre del año 2002. Cuando llegaron —cuenta— El Salado se hallaba extraviado bajo un boscaje de más de dos metros de alto. Uno de los paisanos se encaramó en el tanque elevado del acueducto para precisar dónde quedaba la casa de cada quien. En seguida se entregaron a la causa de rescatar al pueblo de las garras del caos. Un día, tres días, una semana, enfrascados en una lucha primitiva contra el entorno agresivo, como en los tiempos de las cavernas, corte un bejuco por aquí, queme un panal de avispas furiosas por allá, mate una serpiente cascabel por el otro lado. La proliferación de bichos era desesperante. 

—Si uno bostezaba —dice Torres— se tragaba un puñado de mosquitos. 

Para defenderse de las oleadas de insectos, todos, inclusive los no fumadores, mantenían un tabaco encendido entre los labios. Además, fumigaban el suelo con querosene, armaban fogatas al anochecer. 

Dormían apretujados en cinco casas contiguas del Barrio Arriba, pues temían que los bárbaros regresaran. Reunidos —decían— serían menos vulnerables. Su consigna era que quien quisiera matarlos, tendría que matarlos juntos. Tan grande era el miedo en aquellos primeros días del retorno que algunos dormían con los zapatos puestos, listos para correr de madrugada en caso de que fuera necesario. Al principio subsistieron gracias a la caridad de los pueblos vecinos —Canutal, Canutalito, El Carmen de Bolívar y Guaimaral— cuyos moradores les regalaban víveres, frazadas y pesticidas. Cuando terminaron de segar la maraña, cuando quemaron el último montón de ramas secas, se dedicaron a poner en su sitio, otra vez, los elementos perdidos del universo: el caney del patio, el establo, la burra baya, el garabato, la alacena de las hojas de tabaco, el canto del gallo, el ladrido de los perros, los juegos de los niños, los amores furtivos en los callejones oscuros, la ollita tiznada del café, la visita del compadre. Entonces volvieron los sobresaltos: la guerrilla de las Farc (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) los acusó de ser colaboradores clandestinos de los paramilitares. ¿Habrase visto ironía más grande? ¡Si los masacraron, precisamente, porque se les consideraba compinches de los guerrilleros! 

Oswaldo Torres advierte, mientras chupa su eterno cigarrillo, que los problemas de orden público en El Salado se debían al simple hecho de pertenecer geográficamente a los Montes de María, una región agrícola y ganadera disputada durante años por guerrilleros y paramilitares. En los periodos más críticos de la confrontación, los habitantes vivían atrapados entre el fuego cruzado, hicieran lo que hicieran. Y siempre parecían sospechosos aunque no movieran ni un dedo. Ciertamente, algunos paisanos —bajo intimidación o por voluntad propia— le cooperaron a un bando o al otro. Tal circunstancia resultaba inevitable dentro de un conflicto corrompido en el cual los combatientes tomaban como escudo a la población civil. Hugo Montes, un campesino que ni siquiera terminó la educación primaria, me explicó el asunto, anoche, con un brochazo del sentido común que les heredó a sus antepasados indígenas. 

—Es que donde hay tanta gente, nunca falta el que mete la pata. 

En seguida encogió los hombros, me miró a los ojos y me retó con una pregunta: 

—¿Y qué podíamos hacer los demás, compa, qué podíamos hacer? 

—Lo único que podíamos hacer —responde Torres ahora— era pagar los platos rotos.

Su respiración es afanosa porque vamos subiendo una senda empinada. De pronto, mira hacia el cielo como si suplicara clemencia, pero en realidad —según me dice, jadeante— está inquieto por un nubarrón que parece a punto de romperse encima de nuestras cabezas. Torres retoma una idea que planteamos al principio de nuestra caminata: en este momento, cualquier visitante desprevenido pensaría que los pobladores de El Salado viven otra vez, venturosamente, su vida diaria. Y hasta cierto punto es así —repite— porque ellos han retornado al terruño que aman. Mal que bien, hoy cuentan con la opción de disfrutar en forma tranquila los actos más entrañables de la cotidianidad, como se percibe en esta calle por la cual avanzamos: una niña escruta el horizonte con su monóculo de juguete, un niño retoza en el piso con sus bolitas de cristal, una muchacha peina a un anciano plácido. Sin embargo, ya nada será tan bueno como en la época de los abuelos, cuando ningún hombre levantaba la mano contra el prójimo, y los seres humanos se morían de puro viejos, acostados en sus camas. La violencia les produjo muchos daños irreparables. Espantó, a punta de bombazos y extorsiones, a las dos grandes empresas que compraban las cosechas de tabaco en la región. Enraizó el pánico, la muerte y la destrucción. Provocó un éxodo pavoroso que dejó el pueblo vaciado, para que lo desmantelaran las alimañas de toda índole. Cuando los habitantes regresaron, casi dos años después de la masacre, descubrieron con sorpresa que la mayor parte de la tierra en la que antes sembraban tenía otros dueños. Ya no había ni maestros ni médicos de planta, y ni siquiera un sacerdote dispuesto a abrir la iglesia cada domingo. 

El nubarrón suelta, por fin, una catarata de lluvia que rebota enardecida contra el suelo arenoso.

*** 

Los dos únicos centros educativos que quedan en el pueblo funcionan en una casa esquinera de paredes descoloridas. Uno es la Escuela Mixta de El Salado, dueña de este inmueble, y otro, el Colegio de Bachillerato Alfredo Vega. Varios chiquillos contentos corretean por el patio esta mañana de lunes. En el primer salón que uno encuentra tras el portón, los niños se aplican a la tarea de elaborar un cuadro sinóptico sobre las bacterias y otro sobre las algas. El número de alumnos ni siquiera sobrepasa el centenar, pero el problema mayor es otro: el bachillerato apenas está aprobado hasta noveno grado. Los estudiantes interesados en cursar los dos grados restantes deben mudarse para El Carmen de Bolívar, lo que demanda unos gastos que no se compadecen con la pobreza de casi todos los pobladores. En consecuencia, muchos jóvenes renuncian a concluir su educación y se convierten en jornaleros como sus padres. 

Tal es el caso de María Magdalena Padilla, 20 años, quien a esta hora hierve leche en una olla vetusta. En 2002, cuando se produjo el retorno de los habitantes tras la masacre, María Magdalena fue noticia nacional de primera página. En cierta ocasión, una mujer que debía ausentarse de El Salado dejó a su hija de cinco años bajo la custodia de María Magdalena. Para matar el tiempo, las dos criaturas se pusieron a jugar a las clases: María Magdalena era la maestra. Y la niña más pequeña, la alumna. Una vecina que vio la escena también envió a su hijo chiquito, y luego otra señora le siguió los pasos, y así se alargó la cadena hasta llegar a 38 niños. Como no había escuelas, el divertimento se fue tornando cada vez más serio. En esas apareció una periodista que quedó maravillada con la historia, una periodista que, folclóricamente, le estampilló a la protagonista el mote de "Seño Mayito", dizque porque María Magdalena sonaba demasiado formal. El novelón caló en el alma de los colombianos. A María Magdalena la retrataron al lado del Presidente de la República, la ensalzaron en la radio y en la televisión, la pasearon por las playas de Cartagena y por los cerros de Bogotá. Le concedieron —vaya, vaya— el Premio Portafolio Empresarial, un trofeo que hoy es un trasto inútil arrinconado en su habitación paupérrima. Los industriales le mandaron telegramas, los gobernadores exaltaron su ejemplo. Pero en este momento, María Magdalena se encuentra triste porque, después de todo, no ha podido estudiar para ser profesora, como lo soñó desde la infancia. "No tenemos dinero", dice con resignación. Lejos de los reflectores y las cámaras, no resulta atractiva para los falsos mecenas que la saturaron de promesas en el pasado. Pienso —pero no me atrevo a decírselo a la muchacha— que ahí está pintado nuestro país: nos distraemos con el símbolo para sacarle el cuerpo al problema real, que es la falta de oportunidades para la gente pobre. Les damos alas a los personajes ilusorios como "la Seño Mayito", para después arrancárselas a los seres humanos de carne y hueso como María Magdalena. En el fondo, creamos a estos héroes efímeros, simplemente, porque necesitamos montar una parodia de solidaridad que alivie nuestras conciencias. 

Eso sí: los problemas persisten, se agrandan. La vecina de María Magdalena se llama Mayolis Mena Palencia y tiene 23 años. Está sentada, adolorida, en un taburete de cuero. Ayer, después del tremendo aguacero que cayó en El Salado, resbaló en el patio fangoso de la casa y cayó de bruces contra un peñasco. Perdió el bebé de tres meses que tenía en el vientre. Y ahora dice que todavía sangra, pero que en el pueblo, desde los tiempos de la masacre, no hay ni puesto de salud ni médico permanente. Yo la miro en silencio, cierro mi libreta de notas, me despido de ella y me alejo, procurando pisar con cuidado para no patinar en la bajada de la cuesta. Veo las calles barrosas, veo un perro sarnoso, veo una casucha con agujeros de bala en las paredes. Y me digo que los paramilitares y guerrilleros, pese a que son un par de manadas de asesinos, no son los únicos que han atropellado a esta pobre gente.

lunes, 21 de septiembre de 2015

Un Buen periodista

Un buen periodista
Existen por lo menos 10 características fundamentales que pueden ser utilizadas para realizar una autoevaluación y determinar qué cualidades se deben reforzar para obtener la calidad que todo periodista profesional busca.
Compañerismo: muchos creen que un buen periodista es una persona solitaria, que decide aislarse del resto del grupo para ocupar su tiempo en el desarrollo de los temas que investiga, sin embargo, los que se preocupan por los demás y siempre están dispuestos a ayudar, son los que resultan siendo periodistas de éxito, puesto que quién puede percibir las necesidades de su ámbito personal también podrá determinar la información que necesita el público general.
Humildad: Desde la formación universitaria de un periodista ocurre que a veces en clase existen de esos compañeros que creen saberlo todo, sin siquiera haber estudiado, sin embargo, quien aprende con modestia y sencillez, aprenderá mucho más rápido y, casi siempre, mejor.
Perseverancia: Es imposible ser éxitoso en cualquier oficio sin esfuerzo propio Un buen periodista siempre dará todo sin importar la envergadura de las complicaciones que surjan en el camino de su investigación.
Curiosidad: Para ser un buen periodista, siempre se debe estar alerta y prestar atención a nuestro entorno, ver, escuchar y analizar la información en búsqueda hechos actuales de interés general.
Coraje: “no se puede” es una palabra que debe ser erradicada, no sólo si se busca ser un buen periodista, sino también para la vida.
Creatividad: Es imprescindible utilizar toda nuestra creatividad al redactar un tema, puesto que además presentar información precisa, concisa y veraz, las publicaciones de un buen periodista siempre atraerán la atención del público.
Responsabilidad: Todo buen periodista siempre ofrecerá información veraz a sus seguidores.
Puntualidad: Organizar el tiempo debe ser un factor de alta importancia desde que se estudia periodismo. No importa cuántos repitan la misma noticia, quien se lleva el premio es quien publicó la información de primera mano.
Buenos hábitos: Un periodista en potencia, siempre estará dispuesto a leer cualquier documento que llegue a sus manos, desde un simple volante hasta un libro de mil páginas, el hábito de la buena lectura ayudará no sólo en ampliar el panorama gramatical y ortográfico de un periodista, sino también le permitirá expandir sus horizontes.

Carisma: No hace falta tener cualidades o capacidades extraordinarias, para ser un periodista éxitoso se necesita ser uno mismo, actuar con naturalidad, comportarse con respeto y hacer sentir bien a los demás es imprescindible para triunfar en el ámbito periodístico.

martes, 25 de agosto de 2015

El eterno dilema de como setear la agenda periodística.

EL ETERNO DILEMA DE CÓMO “SETEAR” LA AGENDA PERIODÍSTICA


Si trabajás en un medio de comunicación (o tenés la intención de hacerlo) se sabe que el término “agenda” no alude precisamente al simpático anotador dónde se marcan las citas, reuniones y quehaceres personales. La agenda periodística es una selección cuidada de noticias y tópicos a tratar diariamente en los medios masivos, basada en una limitación temporal que torna imposible cubrir todos y cada uno de los hechos que acontecen en el marco de una sociedad o un país. Ésta tarea de discriminación temática es llevada a cabo, en los medios audiovisuales, por el rol delproductor radial o televisivo.
Quienes se encargan de “setear agenda” (espanglish que proviene de agenda setting, teoría elaborada por McCombs y Shaw en 1972) reconocen que se trata de una compleja tarea, de la que debe surgir un listado de temas que conforme tanto a los criterios del medio periodístico para el que se trabaja, como a las demandas de la audiencia de ese medio.
Con el objeto de conocer experiencias de primera mano, un grupo de productores de radio y tv locales fueron convocados por la Universidad Blas Pascal, a participar de un encuentro organizado por las carreras de Comunicación de esa Casa de Estudios, para contarles a los alumnos sobre el desafío de trabajar una agenda periodística propia.
En esta oportunidad, estuvieron presentes Federico Albarenque, de Cadena 3 ArgentinaRaúl Carta, productor de TeleochoViviana Gianinetto, de Canal Doce y Marcos Palladino, de Radio Mitre Córdoba.
La producción radial o televisiva no es una materia que usualmente se enseñe en las facultades y escuelas de periodismo o comunicación. De hecho, suele ser un misterio que sólo se devela en el ámbito laboral, por lo que la mayoría de los estudiantes no la piensan o ven de antemano como una posibilidad al buscar trabajo en medios. Sin embargo, se trata de una actividad esencial en la programación de una radio o canal de televisión.
http://uberblogged.com/uncategorized/el-dilema-de-setear-agenda/
crear una agenda con sentido educativo no solo crear contenidos por entretener si no producir espacios que entretengan y a la misma vez formen e informen a los televidentes, se tenia la percepción de que el contenido educativo en la televisión la hacia aburrida pero últimamente se a visto en canales como Discovery, History, Infinito y Nat Geo que estos formatos educativos formativos son todo un éxito. 
mas que producir programas audiovisuales nuestra responsabilidades crear estos con contenido educativo formativo ya que por los cambios que ha sufrido la sociedad y por necesidades de esta misma el televisor y los medios de comunicación se han vuelto en una especie de educador en la casa ya que mientras los padres trabajan los hijos son grandes consumidores de estos productos.

martes, 18 de agosto de 2015

LA AGENDA TEMÁTICA

                                                               LA AGENDA TEMÁTICA

El compendio de noticias, reportajes, crónicas, entrevistas, artículos, editoriales, informes, imágenes e incluso la publicidad que publica o emite un medio, constituye su agenda temática, también conocida como "agenda-setting". La "agenda-setting" conforma toda una teoría que surge a finales de los años sesenta en el marco positivista de la "communication research" norteamericana, la cual se ha convertido en la teoría principal para la explicación de la influencia de los medios de comunicación sobre la formación de la opinión pública.La traducción literal al castellano del barbarismo que da nombre a la mencionada teoría ("agenda-setting function de los Mass-Media") sería "fijación de la agenda" o "establecimiento de la agenda". No obstante, éste se ha traducido a nuestro idioma de diferentes formas según distintos autores: jerarquización de noticias, por Mcquail; establecimiento de la agenda, por Mcquail y Windahl; establecimiento de la agenda o capacidad de agenda temática, por Saperas; canalización o fijación de la agenda por los mass media, por Dader; o determinación o establecimiento de la agenda, por Martínez Albertos (1).A la redacción periodística de un gran medio pueden llegar hasta mil noticias en 24 horas. Un periódico sólo puede absorber entre 150 y 200 noticias, las emisoras de radio y TV aún son capaces de asumir menos volumen de informaciones (2). De todas ellas, sólo un mínimo porcentaje correspondiente al ámbito local llega a ser realmente noticia en ese medio de gran difusión y todavía una menor cantidad de esos acontecimientos son observados directamente por los periodistas. De ahí que el campo de interés de la audiencia local -léase agenda pública local- no encuentre una sintonía con la agenda del medio de tirada nacional. Ante la falta de cobertura de los acontecimientos y las actividades cotidianos de las distintas zonas geográficas, la prensa local ha venido a cubrir ese hueco de expectativas que salía fuera de la agenda temática de los grandes medios. Así, los intereses informativos del público local se han visto satisfechos con una horma adecuada, pues las dimensiones informativas anteriores le provocaban distanciamiento y lejanía con respecto a su realidad inmediata.Como resultado, los medios locales han asumido el cometido de transferir la relevancia de las noticias locales en su agenda a la de la sociedad específica a la que surten informativamente. De esta manera, a través de la práctica diaria de la estructuración de la realidad local, los medios influyen en la agenda de interés de sus lectores-oyentes-espectadores. Surge así una nueva agenda temática en consonancia con un nuevo soporte, el local. En ella se rehace la escala de valores en función del entorno inmediato. Y es aquí donde se sitúa el efecto más importante de los mass media: "su capacidad de estructurar y organizar nuestro propio mundo" (3). En efecto, una de las consecuencias sociales de la comunicación de masas es el establecimiento de los asuntos públicos importantes a través de la agenda del periodista y la del propio medio. Esta influencia de los medios se constata en el hecho de que los ciudadanos llegan a formarse un juicio personal sobre lo que es importante públicamente, como resultado de la mayor o menor presencia de determinados asuntos y personalidades en los medios informativos. O sea: "sólo parece real lo que se legitima mediáticamente, el resto de la realidad no es" (4). El planteamiento definitivo de este tema, perteneciente a la investigación social, se debe a dos norteamericanos: M. E. McCombs y Donald L. Shaw, que en 1972 publicaron el trabajo titulado "The Agenda-Setting Function of Mass-Media" en la revista Public Opinion Quaterly. Su tesis se centra en la relación directa y causal entre el contenido de la agenda de los media y la percepción pública de los temas diarios importantes. De esta manera, como apuntan Mcquail y Windahl, se mantiene la hipótesis de que por el hecho de prestar atención a determinados temas y silenciar otros, los medios de difusión masiva tienen un efecto sobre las manifestaciones concretas de la opinión pública (5). Tal idea del poder canalizador de los medios queda perfectamente sintetizada en la siguiente frase de B. Cohen:"La prensa no puede durante mucho tiempo tener éxito diciéndole a la gente qué tiene que pensar, pero sí en cambio diciéndole sobre qué tiene que pensar" (6).



http://www.ull.es/publicaciones/latina/aa2000yen/150antonia.html

lunes, 17 de agosto de 2015

La Noticia

LA NOTICIA
Todo texto lingüístico tiene como finalidad informar, conmover o persuadir desde el tratamiento de un tema o hecho.
Es el relato de un acontecimiento de actualidad y de interés público. El lector recibe la información sin ningún tipo de valoración personal u opinión del periodista que ha redactado la noticia.
La noticia es un tipo de texto periodístico que se compone básicamente de tres partes:
1.-El lead o entrada. En que se preservan los datos relevantes de la noticia.
2.-El cuerpo. Que contiene la explicación del cómo o se llevaron a cabo los hechos.
3.-El cierre. Que suele presentar ideas complementarias.
LEAD. Se debe considerar las siguientes interrogantes:
· ¿Qué? Implica acontecimientos.
· ¿Quién o quiénes? Son los personajes que aparecen en la noticia
· ¿Dónde? Lugar donde se ha desarrollado los hechos
· ¿Cuándo? Sitúa la acción en un tiempo.
CUERPO. Responde a las siguientes preguntas:
· ¿Cómo? Describe las circunstancias.
· ¿Por qué? Explica la razón de los hechos
Explicaciones
Desarrollo de ideas
CIERRE. Se tiene en cuenta
Ideas complementarias
Idea final.
En otros casos inicialmente, es decir antes de la entrada se considera como una parte el Titular. Destaca lo más importante de la noticia.
La noticia consta de tres partestítulosentrada o lead y cuerpo de la información. Los títulos (titular y subtítulos) son la llamada de atención del lector, lo que va a captar su atención. La entrada viene a ser el núcleo, la esencia de la información, es el párrafo inicial que resume los datos más importantes. El cuerpo desarrolla lo anticipado en la entrada o lead, ampliando esos datos e introduciendo otros nuevos.
CARACTERÍSTICAS 
a) Veracidad: los hechos o sucesos deben ser verdaderos y, por lo tanto, verificables.  
b) Objetividad: el periodista no debe verse reflejado en ella mediante la introducción de ninguna opinión o juicio de valor. En la noticia no ha de aparecer quien la ha redactado, sólo se adivinará que tiene un autor porque en ella se da una selección de la realidad, de manera que el periodista escoge los elementos que le parecen interesantes y relevantes. Pero en ningún caso se mostrará su opinión.  
c) Claridad: los hechos deben ser expuestos de forma ordenada y lógicamente.  
d) Brevedad: los hechos deben ser presentados brevemente, sin reiteraciones o datos irrelevantes. 
e) Generalidad: la noticia debe ser de interés social y no particular.  
f) Actualidad: los hechos deben ser actuales o recientes.  
g) Proximidad: los sucesos entregados provocan mayor interés si son cercanos al receptor.

lunes, 10 de agosto de 2015

Debilidades y Fortalezas



Debilidades y Fortalezas
en el curso de redacción de prensa, considero que mis fortalezas esta en que me gusta mucho conocer y hablar con la gente, esto ayuda mucho a la hora de hacer trabajo de campo, de conseguir los resultados cuando se hagan las entrevistas.
mis debilidades están por el lado de la selección de material cuando se tiene mucha información.